“Testamento” del cardenal Hummes, el profeta de la Iglesia de los pobres

de Dom Cláudio Hummes – 11/07/2022

El siguiente texto inédito es la transcripción de una reflexión en voz alta que el cardenal Cláudio Hummes, fallecido el pasado 4 de julio, compartió como presidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) en una reunión a puerta cerrada del Comité Ejecutivo Ampliado de este organismo. El encuentro tuvo lugar en diciembre de 2019, tras el Sínodo de la Amazonía celebrado en Roma del 6 al 27 de octubre de ese mismo año, y en el que el purpurado fallecido fue nombrado relator general por el papa Francisco. De ahí que esta meditación compartida, en la que va exponiendo con naturalidad algunas de las claves del presente y futuro de la Iglesia, sea de alguna manera parte de su herencia viva, pero también el encargo que Dom Cláudio deja a quien esté dispuesto a tomar el relevo:

“Es una gracia especial podernos reunir después del Sínodo y de toda esta experiencia muy fuerte que hemos vivido todas y todos, y también reconocer con la alegría que salimos del Sínodo. Por eso, lo primero que me nace decir es agradecer a Dios, agradecer con el corazón alegre, feliz y disponible. Creo y espero que todos nos hemos convertido un poco o un mucho durante el Sínodo, espero que todos hayamos salido mejores de lo que entramos.

Me gustaría recordarles lo que decía san Juan Pablo II: ‘Es preciso ver al pasado con gratitud‘. Porque todo este proceso de dos años o más hay que verlo como un tiempo bonito, bueno, aunque a veces sufrido, pero recordémoslo con gratitud y agradecimiento a Dios.

De la gratitud a la pasión

La invitación es no solo a ver el pasado del Sínodo, sino también el pasado de la Iglesia en la Amazonía, para también agradecer a Dios y mirarlo con gratitud. Por otro lado, el momento presente debemos vivirlo con pasión. Es importante tener pasión porque, si no, todo es neutro y no podremos percibir la invitación del Espíritu Santo que enciende en nosotros una fe viva. Es hora de caminar hacia el futuro con esperanza, no nos podemos preguntar si valió la pena, ni quedarnos con dudas. Debe prevalecer la esperanza, porque Dios está ahí, con nosotros y hacemos camino con Él.

A mí el Sínodo me dejó impresiones muy fuertes. Comienzo por dos impactantes. La primera: la presencia y participación fuerte de los indígenas. En segundo lugar: la presencia de las mujeres. Fueron dos cosas que nos impresionaron a todos nosotros. Cuando vi a los pueblos indígenas entrando en la Basílica de San Pedro, aquello fue una novedad absoluta en la historia, nunca se vio antes nada parecido. Los romanos se preguntaban qué estaba ocurriendo, nuestros hermanos de la Curia estaban un poco espantados, porque los indígenas entraban diciendo: ‘No somos huéspedes, esta casa también es nuestra, como lo es suya. Somos cristianos católicos como ustedes’.

Presencia indígena

Ver esta convicción, libertad, serenidad, y esta conciencia fuerte de que ellos no estaban siendo católicos de segunda categoría, y afirmando que los europeos no son más importantes. Ellos significaban esa presencia de América Latina que nos recordaba aquel tiempo en el que nuestro continente tuvo la osadía de tener una teología de la liberación. No olvidemos que el propio papa Francisco viene de esta América Latina.

A su vez, me impresionó el ofertorio de la eucaristía, cuando los pueblos indígenas subieron por las escaleras a entregar sus ofrendas. Pudimos contemplar cómo una señora se veía bonita de lejos con sus pies descalzos. Era realmente impresionante constatar su alegría y su dignidad, que me hacía sentir como si dijeran: ‘Nosotros no somos menos que ustedes’.

Lo que quedó muy claro es que los indígenas le pedían a la Iglesia que sea su aliada. Por tanto, debemos estar junto a ellos, escucharlos, iluminarlos en la medida en que lo pidan o necesiten. Y que tengamos la capacidad de respetar sus decisiones, porque ellos dicen: ‘No queremos que la Iglesia decida por nosotros, sino que la Iglesia apoye nuestras decisiones, nuestro derecho de decidir, aunque lo que decidamos sea errado’.

La Iglesia debe respetar esto, y esto tiene que ver con el diálogo interreligioso, con las espiritualidades de los pueblos, con la historia de la trascendencia de sus culturas. Solo este camino puede llevarnos a ser una Iglesia inculturada. Ese iluminar es presentar a Jesucristo como una luz que no se impone, que lo que quiere es acompañar. Son cosas fundamentales de las que ya se hablaba en libros, reflexiones y conferencias, pero la Iglesia no se transformaba.

Presencia femenina

Precisamente, la presencia de las mujeres fue otro factor impresionante, aunque no fuera un sínodo sobre mujeres. Pero sus intervenciones me cautivaron profundamente, porque ellas estaban ahí haciéndose escuchar. Recuerdo algunas de sus voces: ‘En la mayoría de las comunidades somos nosotras las que las dirigimos’, ‘nosotras somos las que estamos ahí, junto a los pueblos’. Ellas estaban avanzando sobre el terreno, a la vez que el mismo papa Francisco da importancia para integrar más la participación de las mujeres en la vida de la Iglesia, especialmente en los niveles de toma de decisiones.

Por eso, es una necesidad avanzar y definir más los ministerios de las mujeres dentro de nuestra Iglesia. El Papa pedía mucho en esos días escuchar a las mujeres, las animaba a seguir participando y, al final, dijo que hubiera esperado que participasen más. Todas las intervenciones, desde los territorios indígenas o no indígenas, fueron participaciones muy cualificadas. Creo que este Sínodo permitió avanzar en la causa de las mujeres dentro de la Iglesia.

Sinodalidad

Otra cosa que me impresionó fue la sinodalidad, de la que el Papa habla e insiste. Yo siento que en ese foro creció y se vivió esta sinodalidad. Al mismo tiempo, se vio cómo algunos sufrían con esta sinodalidad. Algunos sentían que la Iglesia ‘estaba perdiendo el control’, al ver cómo había más personas que estaban hablando en nombre del Espíritu. Eran pueblos indígenas, laicos, mujeres que también opinaban por dónde estaba pasando el Espíritu y por dónde deberíamos ir como Iglesia.

A pesar de que muchas de estas palabras fueron piadosas, hubo siempre una tentación de controlar y centralizar, y eso es síntoma de poder. Pero el Sínodo dijo ‘no’ a esta tentativa, y reafirmó que debemos escuchar juntos, caminar juntos, decidir juntos. Eso fue algo muy interpelador. Todos somos tentados a controlar, a centralizar; también la REPAM (Red Eclesial Panamazónica) tiene esa tentación de controlar los procesos, por eso debemos purificarnos permanentemente para no replicar esto.

Algunas intervenciones sobre este tema fueron muy fuertes y me hicieron reflexionar. No debemos centralizar, esto podría confundir. Por ello, debemos caminar con confianza en el Espíritu Santo, que no es confuso, es diversificado. Es el Espíritu quien nos confirma la necesidad de la unidad en la diversidad. Esta invitación afirma que la unidad no es uniformidad.

El Sínodo constantemente nos sacudía a todos desde esta premisa, porque, respetando las diferencias, podemos escucharnos y caminar juntos. El Papa siempre dice que la Iglesia debe caminar, no puede quedarse reposando dentro de sus muros. Está convencido de que la Iglesia debe renunciar a las seguridades, aceptar el riesgo de lo nuevo y del caminar. Para él, hay que caminar juntos como amigos y como hermanos, pero respetando nuestras diferencias”. (…)

Fonte: Amerindia